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Literatura y comunicación

sábado, febrero 26, 2011

Apología a García

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Ramón Elías Pérez
A Luís Brito, el fotógrafo, lo conocí en octubre del 76 en un festival de títeres en Puerto Píritu; a García, el otro, el escritor, docente, caricaturista, humorista y hasta submarinista, como veinte años después en Ziruma, barrio viejo de Maracaibo. Este reconocido profesor tiene como cuatro títulos de carreras diferentes y media docena más entre maestrías y doctorados. Del primer Luís perdí la pista, al segundo se la he seguido por cuestiones de oficio. Comencé a saber de él por mi vinculación a la lectura y las revisiones que hacía en el “Papel Literario” de El Nacional y de algunas revistas relacionadas con la cultura. A mediados de los setenta se tenía claro que Luís había ganado premios importantes como el de Casa de las Américas por sus libros Rajatabla y Abrapalabra, en 1970 y 1976 respectivamente. Actualmente ha publicado más de sesenta libros y le fue otorgado el premio nacional de literatura a comienzos del presente siglo. La primera referencia cercana fue por una mujer que me dijo que había sido su amante, para ese momento malgastaba mi tiempo como un estúpido en el Café de Bellas Artes. Dijo cosas como las que suelen decir las féminas cuando están heridas. La bendición más grande para un hombre es vivir con una mujer muda, decía Moliere. Compartir con un genio sus genialidades debe ser extraordinario, vivir con él una calamidad. Uno llega de una manera fácil a ciertas conclusiones y se resiste a extender el camino cuando la verdad está a la vista, para qué indagar sobre las neurosis, las personalidades psicopáticas. Como dice la canción de “Mermelada Bunch”, si me vas a querer quiéreme como soy. Es cierto, uno se la pasa en eso, buscándole cinco patas al gato y al final descubre que todos tenemos nuestras miserias y nuestras bien ganadas virtudes. Me niego a levantar un inventario con los defectos y errores de mis amigos, apenas soporto los míos. Hablemos de logros y capacidades, aunque nadie celebre y mucho menos se alegre por ello. ¡La envidia mata! Lo leí en “El Sádico Ilustrado”, en el suplemento literario de “Últimas Noticias”, “El Nacional”, en la “Revista Nacional de Cultura”, en “Imagen”… y últimamente por Internet. Pero déjenme decirles que lo que me motivó a escribir este “cuento” sobre él, fue la nota que encontré en la columna “La Ciudad y sus Duendes” de la revista Elite del 9 de enero de 1965, firmada por un tal Noel Gordon. Dice: Los Fugitivos. “Este es un libro que pugna por desnudar lacerantes situaciones sociales. Su autor es Luís Brito García, abogado joven que, según entendemos, es la primera vez que se lanza al campo de la bibliografía venezolana. Su nombre por ello nos era hasta ahora absolutamente desconocido. Los “Fugitivos” constituye, por tanto, su obra primigenia… trece trabajos forman su contexto. Todos ellos obedecen a un patrón creador: la angustia de nuestro tiempo, la miseria social, el desgarramiento del hombre frente a un país politizado. Más que cuentos –que no lo son de acuerdo con la preceptiva- constituyen alegatos contra la injusticia socio-política del medio venezolano. … Es lástima que tan buen material se pierda por falta de cualidades creadoras”. Uno se dice, cuántas veces se repetirá la historia, algo parecido ocurrió con Sábato cuando la editorial del Sur se negó a publicar El Túnel. ¡Vaya usted a saber por qué! El doctor en física convertido en escritor de ficciones, -leía en estos días su libro de memorias, Antes del Fin- él es uno de los más grandes creadores de Latinoamérica y del mundo. Los críticos son destructivos, tal vez los corroe la frustración de no haber escrito una letra importante, como diría mi amigo barinés Luis Alberto. Hay excepciones, claro está, me quedo con Ángel Rama y alguno que otro intelectual consciente, orgánico, comprometido… es preferible no nombrar a nadie para no herir susceptibilidades, podrían colocarte en una lista negra por venganza. “… Comprendemos que Los Fugitivos –continúa Gordon- es un libro de un escritor incipiente. Pero es imposible aceptarla como obra literaria. Sus defectos no son sólo de estructura formalista, sino también de construcción idiomática. El autor no domina el diálogo. A menudo lo corta bruscamente, como olvidándose de las reglas del idioma. Lo hace una y otra vez, por lo cual no es posible aceptar la incorrección como errores de imprenta… lo único cabal que tiene el libro es el título: “Los Fugitivos”. Los personajes se le fugan al autor sin que encuentre manera de aprehenderlos, pese a ser hijos de su propia creación”. Hasta aquí esta perla negra, que no es otra cosa que la demostración del desacierto de un escribidor, uno de esos cagatintas que deambulaban en las redacciones de los diarios y revistas hasta que encontraron enchufarse en algún ministerio. Sería interesante investigar quien era ese tal Gordon, parece más un pseudónimo que un nombre real. La curiosidad me impulsó a indagar otras cosas e invertir tiempo en desnudar la cebolla. No sé por cuál causa o nostalgia andaba ese día con unos poetas y coincidimos en el barrio, la anécdota viene porque llegó Britto García, creo que había sido invitado por la Universidad del Zulia a dictar una conferencia, lo cierto es que allí estábamos y después de unas palabras en un botiquín me quedé con él. Me había traído en el bolso “El Imperio Contracultural: Del Rock a la Postmodernidad”, publicado en el noventa y uno por la editorial Nueva Sociedad, libro que constituye –lúcido análisis de los mecanismos de manipulación de la conciencia mediante los cuales las naciones dominantes libran la guerra cultural contra sus marginalidades internas y los pueblos de la periferia- un alegato contra la desinformación y la barbarie de occidente que me hizo recordar el “Manifiesto Ecológico” del brasileño Lutzenberger, en ese otro contexto vanguardista de las ideas. ¡Bueno, aquí tienes! Recuerdo que tomó su bolígrafo y escribió: El Zulia por la noche relampaguea y en el día cañonea, no sé si fue por unas estupideces que dijeron los bardos. Luego dibujó un barco de velas, un gallo con espuelas, un sol radiante y gigantesco; todo muy bien distribuido en el interior de la solapa y la página siguiente que en todos los libros suele estar en blanco. Abajo la dedicatoria y al final las palabras: calurosamente, Luís Britto. Por cierto ese libro sirvió para que mi hijo menor que hoy tiene veintiún años abriera mejor los ojos y descubriera –el velo ha caído- quién es el Big Brother, y toda la zaga de intervenciones, asesinatos, conspiraciones en el mundo. No había pasado lo de Manuel Zelaya cuando escribí este texto y menos la tragedia de Haití, la última. Él pidió ser llevado a una gallera y el único sitio en la ciudad donde había peleas era en Ziruma. Entonces andaba Britto investigando sobre patarucos, malatobos, piratas y filisbusteros; escribiendo dos libros al unísono. La plaza estaba cerrada, no funcionaba ese día. Los adláteres de la cultura se retiraron a su recinto sagrado, me tocó llevármelo para Santa Rosa de Agua donde se podía beber, escuchar música y hablar hasta el hartazgo. Reconozco ahora que cometí un error, de los tantos que he cometido en la vida. Después de ese encuentro lo continué y lo sigo leyendo, por la prensa y por Internet. A cada rato lo veo por la televisión en un evento y es invitado por el gobierno nacional; discurre su palabra sobre la ilegalidad y aberración de los bingos y casinos; nos ilustra sobre las acciones conspirativas y genocidas del imperio; nos informa sobre la penetración de los paramilitares y la guerra de cuarta generación; escribe sobre Fulano, Zutano, Mengano… sobre múltiples y diversos temas, cosa que le agradezco. Disfruto con su columna “Pare de Sufrir” en Últimas Noticias y le sigo la pista en este proceso donde muchos son los que hablan, pocos los que piensan y escriben. Así por ejemplo en un artículo sobre las Obras Incompletas de Aníbal Nazoa, nos dice: “No hay un lenguaje, como no hay un dios. Existen los seres humanos, y hay tantos discursos como ellos. La multiplicidad de los géneros replica (explica) la pluralidad maravillosa de los seres…” y luego, más adelante: “un género se establece cuando un fondo encuentra su relación óptima con la forma… un género es una estrategia. El lenguaje del misterio es poder. La autoridad anida en el secreto. La gramática es la jerarquía. La sintaxis es la mafia. El discurso es auto revelación o autopromoción. El repertorio de las alienaciones del ser humano es el de los extravíos de su escritura… nos fastidian los aburridos con tratados sobre lo que debemos hacer…”. Un día se me ocurrió llamarlo librito García, lleva más de sesenta obras en ese oficio de escritor. ¿Intelectual orgánico? ¿Escritor comprometido? ¿Artista consciente? Todo lo que usted quiera pensar, he visto tanto muerto cargando basura que nada nos sorprende. Política e ideología, conciencia y revolución; dónde están los grandes dirigentes de la izquierda venezolana, aquellos que arrastraron a cientos de jóvenes a la guerrilla, a la lucha armada, aquellos que denigraban del poder establecido y clamaban por el socialismo. ¿Será verdad que los extremos se tocan? Las rémoras se juntan y viven a expensas del pez gordo, a veces un tiburón, un escualo... esa palabrita los mató (escuálidos) ¡cómo les duele! Fiel a las ideas y a los principios me quedo con el gallo caraqueño… y con otros intelectuales y académicos que no se han dejado obnubilar por el brillo de la quimera. Sabemos de la posición política y de las capacidades creadoras de nuestro Britto García, es una lástima que no sepamos nada de aquel Noel Gordon, a estas alturas debe estar a varios metros bajo tierra y sin epitafio.

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