Buscar contenido publicado en el Club

Literatura y comunicación
Mostrando entradas con la etiqueta cafe. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cafe. Mostrar todas las entradas

lunes, septiembre 20, 2010

Rutina


Por Gabriela Stari

Estudiante de Letras (ULA)


Se levantó de la cama, con esa sensación de que podría haberse quedado más, pero ya era demasiado tarde. Miró a su lado y no le sorprendió que ese lado no haya sido usado. Se despojó de los últimos restos de sueño que raptaban por su mente y se acercó al baño donde se lavó los dientes, hizo sus necesidades y se miró al espejo. No le gustó lo que vio, una señora de alrededor de 45 años tenía el descaro de devolverle la mirada. Algunas canas prematuras habían hecho su aparición, pero a pesar de todo su pelo seguía siendo tan abundante como cuando tenía 20, dudoso consuelo contra el inexorable paso del tiempo. Con un suspiro de resignación fue al living. Entrevió a su marido durmiendo en el sillón que estaba justo enfrente de la tele. En la tele se podía ver el canal de noticias (como era costumbre) y el volumen estaba lo suficientemente alto como para molestar a cualquier persona que no fuera sorda.

¡¿Juan José Castillo, cuántas veces tengo que decirte que no tienes que quedarte viendo tele hasta tarde?!

El aludido no dio acuso de recibo, casi como si no estuviera ahí.

¿Quieres el desayuno? Creo que quedó algo del café con leche que no has tomado ayer. Si sigues así te enfermarás, nunca comes, estas todo el día echado mirando la televisión, replicó Marta indignada.

Se acercó a la cocina y calentó café en un pocillo que ha conocido tiempos mejores, pero de eso hace años. De la heladera sacó la taza de café con leche que había quedado del día anterior y también la calentó. Abrió la alacena, extrajo un par de galletas que colocó cuidadosamente en un plato y esperó a que el café estuviera listo. Lo sirvió con una medida de leche, y colocó todo esto en una bandeja que llevo al living. Se rió de la incongruencia de haber calentado el café con leche del día anterior, si al fin y al cabo siempre acababa haciendo uno nuevo.

-Anda Juan, ven a desayunar. Aunque estaba convencida de que era vano pedirle algo, ya que su esposo se quedaría viendo la tele todo el día. ¿Has visto como se te ha enfriado el café con leche?- dijo al cabo de una hora, te lo dejaré en la heladera por si tienes hambre a medio día.

Dicho y hecho Marta se dispuso a hacer los quehaceres domésticos, sin molestar a su esposo que lo único que hacía era ver televisión a un volumen ensordecedor.

Al mediodía preparó una tortilla de papas y unas milanesas, sólo para que se repita el rito de la mañana y comiera sola, viendo que lo único que hacía su esposo era reposar en su sillón.
El día paso sin novedades y a las 7 de la noche Marta dijo en tono solemne:
Espérame aquí, sé que no te gusta lo que tengo que hacer y para ser sincera a mí tampoco, pero debo. Prometí que lo haría y debo cumplirlo. Eso sí, apagaré la tele a ver si duermes un rato.
Se maquilló sutilmente, agarró su cartera y se dispuso a salir. Comprobó que tenía las llaves en el bolsillo y se encaminó al cementerio que quedaba a unas pocas cuadras.
Cuando llegó, saludó al sereno, compró rosas en la entrada, buscó la parcela número 80, se arrodilló frente a la lápida y lloró amargamente. En la fría piedra se podía leer el siguiente epitafio:
“Juan José Castillo 1940-1999. Buen esposo y mejor padre. Prometiste nunca dejarme y sé que lo vas a cumplir. Te ama tu esposa Marta”.
Dejó las rosas y volvió a su casa con paso cansino.


-¿Así que te has despertado? Le dijo a alguien que debía de haber estado esperándola en el sillón, pero dejo de existir hacía años. Bueno, te dejaré la tele encendida así ves las noticias. No te quedes dormido pues espero que vuelvas a la cama, sabes lo sola que me siento sin ti.
Comió los restos del almuerzo y se retiró a dormir esperando a su esposo, que intuía nunca iba a volver.
Se levantó de la cama, con esa sensación de que tendría que haberse quedado más, pero ya era demasiado tarde para eso. Se acercó al living y vio la tele encendida. Otra vez se ha quedado despierto viendo el noticiero pensó y fue a buscar la taza de café con leche que había quedado del día anterior para calentarla una vez más.



 Imagen disponible en http://www.7medio.com/