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Literatura y comunicación

sábado, septiembre 25, 2010

Presentan en la librería La Ballena Blanca


Puertas de Galina, de Alberto Hernández

El próximo jueves 30 de septiembre será presentado en Mérida el poemario Puertas de Galina, de  Alberto Hernández (Calabozo, estado Guárico, 1952). La obra, que ha recibido la bienvenida en otras ciudades del país, funda una especie de espacio simbólico, que va más allá de una ciudad llena de sueños y preguntas, pasadizos y desgarraduras. Una suma imágenes reinventadas por este autor, que posee una obra sólida, refrendada en sus poemarios anteriores, entre los cuales destacan: La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996), entre otros.
Puertas de Galina lleva el sello de la editorial caraqueña Memorias de Altagracia, dirigida por  los escritores Israel Centeno y Graciela Bonet. En esta oportunidad el autor será presentado por Gregory Zambrano, escritor y académico de la Universidad de Los Andes. Acerca de este libro ha escrito Eduardo Casanova: “Yo estuve en Galina. Fui a Galina con Alberto Hernández. Conocí sus calles empedradas que se llenan de lodo cuando llueve como suele llover en el Llano. Y vi sus colinas y sus montañas nevadas, pero sobre todo, desde su orilla, admiré el horizonte llanero que se pierde en las nubes”. Hernández es poeta, narrador, periodista y pedagogo, con un postgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Fue fundador de la revista Umbra. Reside en Maracay, donde dirige el suplemento cultural Contenido, que circula en el diario El Periodiquito.  Es también autor del ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999), entre otros títulos.

La cita es este jueves 30 de septiembre, a las 6:00 pm. En la librería La Ballena Blanca, Av. 3, sector Glorias Patrias.




“El Desnudo”


Una presentación de Ramón Uzcátegui Mendez

El relato literario puede presentarse desde las fracturas de la conciencia y alcanzar un desorden aparente, equilibrado, alterno y en armonía, produciendo una sensación de desencanto coherente.
En el cuento “El Desnudo”, por Simon Horsten, presentado para esta edición, apreciamos una especie de diálogo donde el lector, “un habitante sin nombre”, participa y se sumerge en el juego del lenguaje que sugiere planos ambiguos de la realidad y la fantasía. Morfologías de las palabras que se alteran y se personifican, desdoblamientos del sentido que nos llevan a otras incógnitas donde se nos muestra un desnudo artístico del ser.
Un “Entonces” de naturaleza lingüística y humana se nos presenta hilado al discurso narrativo, pero al mismo tiempo se hace fugitivo de las estructuras sintácticas presentadas por el narrador. Llega a ser un tiempo adverbial sin concluir que sugiere otra construcción, la elaborada en el libre albedrio del lector. Es una especie de rito que conjura otras posibilidades encontradas en el vacío, donde el artista baila con su propia sombra y se deja llevar por su decisión y desencanto, con las aristas de la soledad que lo lleva a un encuentro sin argumentos, solo con la nada y la desnudez apacible del vestido, de la carne, de las venas, del alma, hasta caer preso de su propio desnudo. ”Aquí no queda nada. Apenas permanezco yo. Acaso desvanezco yo”, es una afirmación en un racimo de soledades compartidas con el lector y la palabra que se encarga de impulsarnos  hacia otro punto del devenir; el de nuestra propia óptica.

El Desnudo
Por Simon Horten
Magister en Literatura Occidental
por la Universidad Católica de Lovaina


Y qué sé yo qué ha de ser de mí si nada rima con nada.
Alejandra Pizarnik

Me prometo no decir nada hoy. Me preguntas por qué te lo digo a ti, entonces. Mientras me quito la ropa te lo explico: es mi primera decisión en dos semanas y tengo que compartirla con alguien. Más nada. Mas no hay nadie no veo no siento no persigo a nadie sino a ti. Madura, madura por fin y por favor, me pides con un gesto fatigado y sólo pienso por fin y favor porfinifavor porfinitamente. Me ayudas a desnudarme y tienes frío.
¿Entonces? Entre nosotros dos, o sea tú y yo, entre ambos, pues, siempre oscila la misma pregunta. En efecto, nunca viene nada después del entonces. Es eso lo que me enloquece, la verdad. Empezamos a bailar, tú y yo. Es decir: obviamente no soy yo el que está bailando, eso no es nada para mí, es una antigua decisión. Eres tú, mientras murmuro una canción que no me acuerdo, aunque sí quiero. El frío te agarra y te da vueltas. Entonces...

...nada.

Tres veces te lo digo antes de que te pares me pares bolas. Tienes frío, digo, ponte mi ropa que está calientica. Tantos años, tantas bolas y tanta vida y tan poco que podemos hacer. Tú te pones la ropa, pero calentarte es otra cosa. Tres veces te pones mi ropa y cada vez de otra manera y siempre tienes más frío y pareces más triste que yo y no digo nada porque así me lo prometí. Triste, pero sólo lo piensas.
Invento sentimientos e intento sentirlos. Impresionante, me dices, impresionante aquella cosa, suena como si lo hubieses pensado de verdad. Instintivamente te tocas con el dorso de la mano, tienes piel de gallina. Imitas con la muñeca una gallina que busca gusanos o hierba o lo que sea que buscan las gallinas que imitas con la muñeca. Interrumpes el movimiento para decirme algo que no te sale por el frío.
Responde, pues. Rodea si quieres, pero responde. Ríete o cállate, pero primero dame una respuesta que no sea otro entonces.
Al mirarte bien lo veo porfinidesgracia. Antes tenías buen color. Ahora el frío te lo quitó. A pesar de la ropa que te pusiste. Acabaste con el baile las preguntas las muecas las palabras nunca dichas y las dichas. Amputaste lo mío de ti pero uno de los dos debe perder más. Aquí no queda nada. Apenas permanezco yo. Acaso desvanezco yo.
¿Sabes por qué no he dicho nada? Si quieres saber, pega un grito. Sí quieres.




Imágenes disponibles en versoslibres.blogspot.com

lunes, septiembre 20, 2010

Rutina


Por Gabriela Stari

Estudiante de Letras (ULA)


Se levantó de la cama, con esa sensación de que podría haberse quedado más, pero ya era demasiado tarde. Miró a su lado y no le sorprendió que ese lado no haya sido usado. Se despojó de los últimos restos de sueño que raptaban por su mente y se acercó al baño donde se lavó los dientes, hizo sus necesidades y se miró al espejo. No le gustó lo que vio, una señora de alrededor de 45 años tenía el descaro de devolverle la mirada. Algunas canas prematuras habían hecho su aparición, pero a pesar de todo su pelo seguía siendo tan abundante como cuando tenía 20, dudoso consuelo contra el inexorable paso del tiempo. Con un suspiro de resignación fue al living. Entrevió a su marido durmiendo en el sillón que estaba justo enfrente de la tele. En la tele se podía ver el canal de noticias (como era costumbre) y el volumen estaba lo suficientemente alto como para molestar a cualquier persona que no fuera sorda.

¡¿Juan José Castillo, cuántas veces tengo que decirte que no tienes que quedarte viendo tele hasta tarde?!

El aludido no dio acuso de recibo, casi como si no estuviera ahí.

¿Quieres el desayuno? Creo que quedó algo del café con leche que no has tomado ayer. Si sigues así te enfermarás, nunca comes, estas todo el día echado mirando la televisión, replicó Marta indignada.

Se acercó a la cocina y calentó café en un pocillo que ha conocido tiempos mejores, pero de eso hace años. De la heladera sacó la taza de café con leche que había quedado del día anterior y también la calentó. Abrió la alacena, extrajo un par de galletas que colocó cuidadosamente en un plato y esperó a que el café estuviera listo. Lo sirvió con una medida de leche, y colocó todo esto en una bandeja que llevo al living. Se rió de la incongruencia de haber calentado el café con leche del día anterior, si al fin y al cabo siempre acababa haciendo uno nuevo.

-Anda Juan, ven a desayunar. Aunque estaba convencida de que era vano pedirle algo, ya que su esposo se quedaría viendo la tele todo el día. ¿Has visto como se te ha enfriado el café con leche?- dijo al cabo de una hora, te lo dejaré en la heladera por si tienes hambre a medio día.

Dicho y hecho Marta se dispuso a hacer los quehaceres domésticos, sin molestar a su esposo que lo único que hacía era ver televisión a un volumen ensordecedor.

Al mediodía preparó una tortilla de papas y unas milanesas, sólo para que se repita el rito de la mañana y comiera sola, viendo que lo único que hacía su esposo era reposar en su sillón.
El día paso sin novedades y a las 7 de la noche Marta dijo en tono solemne:
Espérame aquí, sé que no te gusta lo que tengo que hacer y para ser sincera a mí tampoco, pero debo. Prometí que lo haría y debo cumplirlo. Eso sí, apagaré la tele a ver si duermes un rato.
Se maquilló sutilmente, agarró su cartera y se dispuso a salir. Comprobó que tenía las llaves en el bolsillo y se encaminó al cementerio que quedaba a unas pocas cuadras.
Cuando llegó, saludó al sereno, compró rosas en la entrada, buscó la parcela número 80, se arrodilló frente a la lápida y lloró amargamente. En la fría piedra se podía leer el siguiente epitafio:
“Juan José Castillo 1940-1999. Buen esposo y mejor padre. Prometiste nunca dejarme y sé que lo vas a cumplir. Te ama tu esposa Marta”.
Dejó las rosas y volvió a su casa con paso cansino.


-¿Así que te has despertado? Le dijo a alguien que debía de haber estado esperándola en el sillón, pero dejo de existir hacía años. Bueno, te dejaré la tele encendida así ves las noticias. No te quedes dormido pues espero que vuelvas a la cama, sabes lo sola que me siento sin ti.
Comió los restos del almuerzo y se retiró a dormir esperando a su esposo, que intuía nunca iba a volver.
Se levantó de la cama, con esa sensación de que tendría que haberse quedado más, pero ya era demasiado tarde para eso. Se acercó al living y vio la tele encendida. Otra vez se ha quedado despierto viendo el noticiero pensó y fue a buscar la taza de café con leche que había quedado del día anterior para calentarla una vez más.



 Imagen disponible en http://www.7medio.com/