Una presentación de Ramón Uzcátegui Mendez
El relato literario puede presentarse desde las fracturas de la conciencia y alcanzar un desorden aparente, equilibrado, alterno y en armonía, produciendo una sensación de desencanto coherente.
En el cuento “El Desnudo”, por Simon Horsten, presentado para esta edición, apreciamos una especie de diálogo donde el lector, “un habitante sin nombre”, participa y se sumerge en el juego del lenguaje que sugiere planos ambiguos de la realidad y la fantasía. Morfologías de las palabras que se alteran y se personifican, desdoblamientos del sentido que nos llevan a otras incógnitas donde se nos muestra un desnudo artístico del ser.
Un “Entonces” de naturaleza lingüística y humana se nos presenta hilado al discurso narrativo, pero al mismo tiempo se hace fugitivo de las estructuras sintácticas presentadas por el narrador. Llega a ser un tiempo adverbial sin concluir que sugiere otra construcción, la elaborada en el libre albedrio del lector. Es una especie de rito que conjura otras posibilidades encontradas en el vacío, donde el artista baila con su propia sombra y se deja llevar por su decisión y desencanto, con las aristas de la soledad que lo lleva a un encuentro sin argumentos, solo con la nada y la desnudez apacible del vestido, de la carne, de las venas, del alma, hasta caer preso de su propio desnudo. ”Aquí no queda nada. Apenas permanezco yo. Acaso desvanezco yo”, es una afirmación en un racimo de soledades compartidas con el lector y la palabra que se encarga de impulsarnos hacia otro punto del devenir; el de nuestra propia óptica.
El Desnudo
Por Simon Horten
Magister en Literatura Occidental
por la Universidad Católica de Lovaina
Y qué sé yo qué ha de ser de mí si nada rima con nada.
Alejandra Pizarnik
Alejandra Pizarnik
Me prometo no decir nada hoy. Me preguntas por qué te lo digo a ti, entonces. Mientras me quito la ropa te lo explico: es mi primera decisión en dos semanas y tengo que compartirla con alguien. Más nada. Mas no hay nadie no veo no siento no persigo a nadie sino a ti. Madura, madura por fin y por favor, me pides con un gesto fatigado y sólo pienso por fin y favor porfinifavor porfinitamente. Me ayudas a desnudarme y tienes frío.
¿Entonces? Entre nosotros dos, o sea tú y yo, entre ambos, pues, siempre oscila la misma pregunta. En efecto, nunca viene nada después del entonces. Es eso lo que me enloquece, la verdad. Empezamos a bailar, tú y yo. Es decir: obviamente no soy yo el que está bailando, eso no es nada para mí, es una antigua decisión. Eres tú, mientras murmuro una canción que no me acuerdo, aunque sí quiero. El frío te agarra y te da vueltas. Entonces...
...nada.
Tres veces te lo digo antes de que te pares me pares bolas. Tienes frío, digo, ponte mi ropa que está calientica. Tantos años, tantas bolas y tanta vida y tan poco que podemos hacer. Tú te pones la ropa, pero calentarte es otra cosa. Tres veces te pones mi ropa y cada vez de otra manera y siempre tienes más frío y pareces más triste que yo y no digo nada porque así me lo prometí. Triste, pero sólo lo piensas.
Invento sentimientos e intento sentirlos. Impresionante, me dices, impresionante aquella cosa, suena como si lo hubieses pensado de verdad. Instintivamente te tocas con el dorso de la mano, tienes piel de gallina. Imitas con la muñeca una gallina que busca gusanos o hierba o lo que sea que buscan las gallinas que imitas con la muñeca. Interrumpes el movimiento para decirme algo que no te sale por el frío.
Responde, pues. Rodea si quieres, pero responde. Ríete o cállate, pero primero dame una respuesta que no sea otro entonces.
Al mirarte bien lo veo porfinidesgracia. Antes tenías buen color. Ahora el frío te lo quitó. A pesar de la ropa que te pusiste. Acabaste con el baile las preguntas las muecas las palabras nunca dichas y las dichas. Amputaste lo mío de ti pero uno de los dos debe perder más. Aquí no queda nada. Apenas permanezco yo. Acaso desvanezco yo.
¿Sabes por qué no he dicho nada? Si quieres saber, pega un grito. Sí quieres.
Imágenes disponibles en versoslibres.blogspot.com
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