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Ramón Elías Pérez
A Luís Brito, el fotógrafo, lo conocí en octubre del 76 en un festival
de títeres en Puerto Píritu; a García, el otro, el escritor, docente,
caricaturista, humorista y hasta submarinista, como veinte años
después en Ziruma, barrio viejo de Maracaibo. Este reconocido profesor
tiene como cuatro títulos de carreras diferentes y media docena más
entre maestrías y doctorados. Del primer Luís perdí la pista, al
segundo se la he seguido por cuestiones de oficio. Comencé a saber de
él por mi vinculación a la lectura y las revisiones que hacía en el
“Papel Literario” de El Nacional y de algunas revistas relacionadas
con la cultura. A mediados de los setenta se tenía claro que Luís
había ganado premios importantes como el de Casa de las Américas por
sus libros Rajatabla y Abrapalabra, en 1970 y 1976 respectivamente.
Actualmente ha publicado más de sesenta libros y le fue otorgado el
premio nacional de literatura a comienzos del presente siglo.
La primera referencia cercana fue por una mujer que me dijo que había
sido su amante, para ese momento malgastaba mi tiempo como un estúpido
en el Café de Bellas Artes. Dijo cosas como las que suelen decir las
féminas cuando están heridas. La bendición más grande para un hombre
es vivir con una mujer muda, decía Moliere. Compartir con un genio sus
genialidades debe ser extraordinario, vivir con él una calamidad. Uno
llega de una manera fácil a ciertas conclusiones y se resiste a
extender el camino cuando la verdad está a la vista, para qué indagar
sobre las neurosis, las personalidades psicopáticas. Como dice la
canción de “Mermelada Bunch”, si me vas a querer quiéreme como soy.
Es cierto, uno se la pasa en eso, buscándole cinco patas al gato y al
final descubre que todos tenemos nuestras miserias y nuestras bien
ganadas virtudes. Me niego a levantar un inventario con los defectos y
errores de mis amigos, apenas soporto los míos. Hablemos de logros y
capacidades, aunque nadie celebre y mucho menos se alegre por ello.
¡La envidia mata!
Lo leí en “El Sádico Ilustrado”, en el suplemento literario de
“Últimas Noticias”, “El Nacional”, en la “Revista Nacional de
Cultura”, en “Imagen”… y últimamente por Internet. Pero déjenme
decirles que lo que me motivó a escribir este “cuento” sobre él, fue
la nota que encontré en la columna “La Ciudad y sus Duendes” de la
revista Elite del 9 de enero de 1965, firmada por un tal Noel Gordon.
Dice: Los Fugitivos. “Este es un libro que pugna por desnudar
lacerantes situaciones sociales. Su autor es Luís Brito García,
abogado joven que, según entendemos, es la primera vez que se lanza al
campo de la bibliografía venezolana. Su nombre por ello nos era hasta
ahora absolutamente desconocido. Los “Fugitivos” constituye, por
tanto, su obra primigenia… trece trabajos forman su contexto. Todos
ellos obedecen a un patrón creador: la angustia de nuestro tiempo, la
miseria social, el desgarramiento del hombre frente a un país
politizado. Más que cuentos –que no lo son de acuerdo con la
preceptiva- constituyen alegatos contra la injusticia socio-política
del medio venezolano. … Es lástima que tan buen material se pierda por
falta de cualidades creadoras”.
Uno se dice, cuántas veces se repetirá la historia, algo parecido
ocurrió con Sábato cuando la editorial del Sur se negó a publicar El
Túnel. ¡Vaya usted a saber por qué! El doctor en física convertido
en escritor de ficciones, -leía en estos días su libro de memorias,
Antes del Fin- él es uno de los más grandes creadores de
Latinoamérica y del mundo. Los críticos son destructivos, tal vez los
corroe la frustración de no haber escrito una letra importante, como
diría mi amigo barinés Luis Alberto. Hay excepciones, claro está,
me quedo con Ángel Rama y alguno que otro intelectual consciente,
orgánico, comprometido… es preferible no nombrar a nadie para no herir
susceptibilidades, podrían colocarte en una lista negra por venganza.
“… Comprendemos que Los Fugitivos –continúa Gordon- es un libro de un
escritor incipiente. Pero es imposible aceptarla como obra literaria.
Sus defectos no son sólo de estructura formalista, sino también de
construcción idiomática. El autor no domina el diálogo. A menudo lo
corta bruscamente, como olvidándose de las reglas del idioma. Lo hace
una y otra vez, por lo cual no es posible aceptar la incorrección como
errores de imprenta… lo único cabal que tiene el libro es el título:
“Los Fugitivos”. Los personajes se le fugan al autor sin que encuentre
manera de aprehenderlos, pese a ser hijos de su propia creación”.
Hasta aquí esta perla negra, que no es otra cosa que la demostración
del desacierto de un escribidor, uno de esos cagatintas que
deambulaban en las redacciones de los diarios y revistas hasta que
encontraron enchufarse en algún ministerio. Sería interesante
investigar quien era ese tal Gordon, parece más un pseudónimo que un
nombre real.
La curiosidad me impulsó a indagar otras cosas e invertir tiempo en
desnudar la cebolla. No sé por cuál causa o nostalgia andaba ese día
con unos poetas y coincidimos en el barrio, la anécdota viene porque
llegó Britto García, creo que había sido invitado por la Universidad
del Zulia a dictar una conferencia, lo cierto es que allí estábamos y
después de unas palabras en un botiquín me quedé con él. Me había
traído en el bolso “El Imperio Contracultural: Del Rock a la
Postmodernidad”, publicado en el noventa y uno por la editorial Nueva
Sociedad, libro que constituye –lúcido análisis de los mecanismos de
manipulación de la conciencia mediante los cuales las naciones
dominantes libran la guerra cultural contra sus marginalidades
internas y los pueblos de la periferia- un alegato contra la
desinformación y la barbarie de occidente que me hizo recordar el
“Manifiesto Ecológico” del brasileño Lutzenberger, en ese otro
contexto vanguardista de las ideas. ¡Bueno, aquí tienes! Recuerdo que
tomó su bolígrafo y escribió: El Zulia por la noche relampaguea y en
el día cañonea, no sé si fue por unas estupideces que dijeron los
bardos. Luego dibujó un barco de velas, un gallo con espuelas, un sol
radiante y gigantesco; todo muy bien distribuido en el interior de la
solapa y la página siguiente que en todos los libros suele estar en
blanco. Abajo la dedicatoria y al final las palabras: calurosamente,
Luís Britto. Por cierto ese libro sirvió para que mi hijo menor que
hoy tiene veintiún años abriera mejor los ojos y descubriera –el velo
ha caído- quién es el Big Brother, y toda la zaga de intervenciones,
asesinatos, conspiraciones en el mundo. No había pasado lo de Manuel
Zelaya cuando escribí este texto y menos la tragedia de Haití, la
última.
Él pidió ser llevado a una gallera y el único sitio en la ciudad donde
había peleas era en Ziruma. Entonces andaba Britto investigando sobre
patarucos, malatobos, piratas y filisbusteros; escribiendo dos
libros al unísono. La plaza estaba cerrada, no funcionaba ese día. Los
adláteres de la cultura se retiraron a su recinto sagrado, me tocó
llevármelo para Santa Rosa de Agua donde se podía beber, escuchar
música y hablar hasta el hartazgo. Reconozco ahora que cometí un
error, de los tantos que he cometido en la vida. Después de ese
encuentro lo continué y lo sigo leyendo, por la prensa y por Internet.
A cada rato lo veo por la televisión en un evento y es invitado por el
gobierno nacional; discurre su palabra sobre la ilegalidad y
aberración de los bingos y casinos; nos ilustra sobre las acciones
conspirativas y genocidas del imperio; nos informa sobre la
penetración de los paramilitares y la guerra de cuarta generación;
escribe sobre Fulano, Zutano, Mengano… sobre múltiples y diversos
temas, cosa que le agradezco. Disfruto con su columna “Pare de
Sufrir” en Últimas Noticias y le sigo la pista en este proceso donde
muchos son los que hablan, pocos los que piensan y escriben. Así por
ejemplo en un artículo sobre las Obras Incompletas de Aníbal Nazoa,
nos dice: “No hay un lenguaje, como no hay un dios. Existen los seres
humanos, y hay tantos discursos como ellos. La multiplicidad de los
géneros replica (explica) la pluralidad maravillosa de los seres…” y
luego, más adelante: “un género se establece cuando un fondo encuentra
su relación óptima con la forma… un género es una estrategia. El
lenguaje del misterio es poder. La autoridad anida en el secreto. La
gramática es la jerarquía. La sintaxis es la mafia. El discurso es
auto revelación o autopromoción. El repertorio de las alienaciones del
ser humano es el de los extravíos de su escritura… nos fastidian los
aburridos con tratados sobre lo que debemos hacer…”. Un día se me
ocurrió llamarlo librito García, lleva más de sesenta obras en ese
oficio de escritor. ¿Intelectual orgánico? ¿Escritor comprometido?
¿Artista consciente? Todo lo que usted quiera pensar, he visto tanto
muerto cargando basura que nada nos sorprende. Política e ideología,
conciencia y revolución; dónde están los grandes dirigentes de la
izquierda venezolana, aquellos que arrastraron a cientos de jóvenes a
la guerrilla, a la lucha armada, aquellos que denigraban del poder
establecido y clamaban por el socialismo. ¿Será verdad que los
extremos se tocan? Las rémoras se juntan y viven a expensas del pez
gordo, a veces un tiburón, un escualo... esa palabrita los mató
(escuálidos) ¡cómo les duele!
Fiel a las ideas y a los principios me quedo con el gallo caraqueño… y
con otros intelectuales y académicos que no se han dejado obnubilar
por el brillo de la quimera. Sabemos de la posición política y de las
capacidades creadoras de nuestro Britto García, es una lástima que no
sepamos nada de aquel Noel Gordon, a estas alturas debe estar a
varios metros bajo tierra y sin epitafio.
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