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Literatura y comunicación

sábado, noviembre 06, 2010

Antígona, una tragedia con muchas caras

Por Simon Horsten
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Un texto literario es un ser vivo. Cada lector de un poema, una novela o un cuento es un dios que le da vida instantánea a lo que está leyendo. No hace falta que un autor esté vivo para que sus escritos tengan alma. De esta manera, un estupendo texto concebido hace más de dos mil años puede ser más actual que un poema mediocre escrito en el año 2010.

viernes, octubre 29, 2010

La suma de las partes


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En la novela policial de pronta publicación, La suma de las partes, Pedro Rangel Mora, abogado y escritor merideño de larga trayectoria, narra la historia de un abogado y profesor de Literatura Policial –Armando Mor- que es seducido y chantajeado por una alumna –Abril-, conocedora de su secreto más oscuro, para que la ayude a cometer un asesinato. En un primer intento de evadir el chantaje, Armando Mor redacta dos escritos para Abril: “Las reglas de oro del asesino”, y “Fundamentos prácticos y éticos del homicidio”. Como es de esperarse, la historia de Armando y Abril termina en un inevitable desenlace macabro.

Ahora, una vez más, tenemos la oportunidad de compartir el modelo de anticipación social de este escritor, con la publicación de uno de los dos textos pertenecientes a la novela de ficción La suma de las partes, que, siendo muy diferente al libro El asesinato como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey, nos recuerda su aroma.
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FUNDAMENTOS PRÁCTICOS Y ÉTICOS DE HOMICIDIO

Por Pedro Rangel Mora

Sed listos como las serpientes
y suaves como las palomas.
San Ignacio de Loyola

§  ”No hay cosa como la muerte para mejorar la gente” (de un verso de J. L. Borges).
§  Toda persona tiene culpas sobre sus hombros, al ser asesinado paga, se hace justicia.
§  El homicidio es una forma de control de la naturaleza.
§  Matar no es más que un acto entre millones de actos semejantes. El sol sigue saliendo cada mañana.
§  Una persona asesinada no es más que un depredador menos.
§  Toda persona no es más que una redundancia, una cacofonía infinita, una célula más entre miles de millones de células del cuerpo del mundo.
§  Nadie es imprescindible.
§  Matar protege el ambiente. Cada persona produce veinte kilos de desechos diarios.
§  Matar es el arte superior. El hombre se realiza a través del arte.
§  El fin siempre justifica los medios. No hay mayor satisfacción que el logro alcanzado.
§  Nada causa tantas emociones, tanta felicidad y satisfacción, como un asesinato bellamente ejecutado.
§  El homicidio es un evento que conmociona positivamente a la familia y los amigos de la víctima. El roce con la muerte los hace sentir vivos, les despierta inquietudes, sentimientos nobles. El cerebro pasa a operar a su máxima capacidad. Hacen preguntas, especulan sobre el culpable y las razones del crimen, cuestionan la existencia y las reglas del juego social, especulan sobre el plan divino, dejan de ser una oveja del rebaño. O bien, les hace comprender las esencias de la existencia, de la condición humana.
§  El crimen es la industria más floreciente de la tierra, cumple una función social y económica imprescindible. Crea una estructura gigantesca: fabricas de armamentos, tribunales, cuerpos policiales, cárceles, despachos de abogados, funerarias, oficinas forenses; vende periódicos, libros, películas, medicinas, da trabajo a sacerdotes, médicos, policías, jueces, fiscales, periodistas, escritores, enterradores, profesores, etc.
§  Nada ha desarrollado el hombre con más eficiencia que el arte de matar. Desde el comienzo de los tiempos hasta hoy, en todos los continentes y culturas, el hombre ha creado instrumentos de muerte cada día más sofisticados, eficientes y masivos. El país, los países más desarrollados, más poderosos hoy, son aquellos que han creado las armas más destructivas. Nadie ha matado más y mejor en la historia de la humanidad que los gobernantes de estos países en nombre de la civilización.
§  La inversión en la investigación para el desarrollo de armas produce avances científicos que benefician colateralmente a la medicina, la ingeniería, y demás ciencias altruistas.
§  El asesinato es el elemento más significativo de la cultura predominante. Todas las formas de arte, los medios de comunicación, las religiones, los gobiernos, todos, difunden la cultura de la muerte.
§  Matar es el poder superior. No hay forma de dominación más absoluta que el homicidio.
§  El asesino es un ser humano. Se deshumaniza a los asesinos en las ficciones, se los hace monstruosos, distintos, con la vana ilusión de que no parezcan humanos, para negar lo evidente: todos somos asesinos en potencia.
§  Todos llevamos un asesino entre pecho y espalda.
§  Puede ofrendarle el crimen a su dios, pero si le estorba, mátelo. Resucítelo si luego necesita consuelo, perdón, etc.
§  Matar es el placer máximo, es un rito extraordinario y conmovedor.
§  Dios es el que mata. Somos dios cuando matamos.
(Recuerde siempre: Matar es un acto que debe ejecutarse bellamente).

Foto: Pedro Rangel Mora

sábado, octubre 16, 2010

LOS OJOS DEL CUERVO

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Por Ramón Elías Pérez
Los hechos ocurren con tanta celeridad que no hay tiempo para el asombro y por otro lado, la velocidad impresa en la tecnología de las comunicaciones nos obliga a transformar el ritmo de nuestro pensamiento y de algunos hábitos. Nada es igual dice el lugar común para tratar de explicar lo que acontece; desde el viaje en avión, la llamada por celular, y la inexplicable internet son algunos de estos hechos que les transformaron la vida a todos los habitantes de la tierra. Lo contrario es vivir en las cavernas, en la edad de piedra y no lo decimos por denigrar de la naturaleza, pues hacia allá buscarán las generaciones futuras intoxicadas por la civilización y el progreso. Codazo, pedazo, cedazo… le doy, le doy. En una ocasión, después de adquirir la tarjeta de débito, me vi en la necesidad de utilizarla. Al comienzo me volví un etcétera leyendo y tocando las teclas, terminaba el tiempo de la transacción y no podía retirar dinero. Atrás había varias personas esperando, qué pena, no me quedó más remedio que retirarme y darle oportunidad a los demás. ¡Qué vergüenza! Luego aprendí y de tanto repetir la acción me volví un experto, un verdugo como diríamos aquí. Para abrir un correo electrónico tuve que pedir ayuda y cuando por fin decidí comprar un celular y comunicarme con el resto del género humano, mis hijos me auxiliaron. También aprendí a navegar y así por el estilo he hecho cosas de las que a veces me siento un tanto mal, como pasar varias horas en un centro comercial, tipo “sambil”, haciendo nada. Devorando esa comida chatarra compuesta de grasa, tembó, tembó, tembó acompañada de una bebida light. Nos hemos acostumbrado a este ritmo de vida tan espantoso que a veces nos sentimos horribles cuando no escuchamos el ruido, la alharaca, el bullicio. Nos asusta la quietud, desdeñamos la sombra de un árbol, el azul de las aguas, la versatilidad del lenguaje. Debo decir que me aturde un fanfarrón, un hablador de pendejadas que le teme y le asusta el silencio. Y a propósito de la palabra, no hay cosa más triste que ver el idioma convertido en guiñapo, en esa cosa que llaman “reguetón”, un “espanglis” con sonidos monocordes y una supuesta rima que no es más que una copia triste de un ritmo que nació en los bajos fondos de la metrópoli estadounidense, nada original. Atrévete, tete, te… soy yamilet, cuidado con la gillet… desde ahora en adelante soy lo que siempre he sido, una tuerca filosa, una más, de esta maquinaria que nos dice que eres diferente pero estás programado para ser un producto, un número en la masa de consumidores. Bailadores, bebedores apaguen los televisores, vivan los castores. No hay salvación, se nos cayó el imperio, el modelo. Ahora somos las hordas de descamisados y descalzos que tomamos las calles de las ciudades y comenzamos a saquear centros comerciales, bodegas, mercados. No hay razón para que exista hambre en un mundo repleto de alimentos. Las hormigas lo devoran todo a su paso. Si hay vida, es sólo que ahora el poder ha cambiado. La guerra es una mala excusa para robar, depredar, salvar economías... El imperio está desesperado y ha programado extender su intromisión en el mundo árabe, musulmán. Luego vendrán por nosotros, el petróleo, el hierro, el cobre... se ¡Oh Dios! la tabla de los elementos. No más, no más dice la letra de esta canción… muévete duro, duro... mi flaca que llegó el canguro, tragando puro, carburo, puro... puro carburo.
Imagen: tefitadecolores.wordpress.com/